Llegué a tu casa empapada, la lluvia era fuertísima y me sentía helada, me quité la blusa y me senté sobre tu cama, normalmente ir a tu casa, era ir a coger.
Te quedaste en la silla, luego de colgar mi blusa, lejos de mi y comencé a sentirme incómoda. Después de un rato. Parecía que no te provocaba mi seudo desnudez, así que me quité el brasier y la falda. Te reíste, "así que querés coger", pero no te acercaste.
Hablamos un rato de tonterías, de pronto te acostaste en la cama a mi lado, vestido. Me besaste un rato, un beso suave, tierno, cariñoso. No podía creer que no te me abalanzaras, que siguieras a mi lado sin siquiera tocarme, tan distinto a otros hombres que hasta estarían mordiendo mis pezones en este momento.
De pronto tomaste mi mano y la colocaste sobre tu pelvis, sentí tu erección y quitaste mi mano inmediatamente. "bien, si quieres coger, vas a tener que cogerme tu a mi" cuando escuché aquello me sentí aterrorizada, tenía que quitarme cientos de años de enseñanzas, anular aquello del "eterno misterio femenino" convertirme en esa perra que todos quieren cogerse y lograr mantener lo que había iniciado.
Te confieso que no sabía por donde comenzar, supongo que lo hice fatal, me desnudé, te acaricié, te besé, comencé a quitarte la ropa y entonces me retaste: "me voy a portar como vos lo haces siempre, me voy a quedar quieto y a dejarme coger". me sentí molesta, ¿de verdad era tan pasiva? tenía que redimirme.
Comencé con las manos, tu cuerpo se dejaba explorar, besé cada parte del mismo, intentando encontrar los puntos donde explotarías, implorando por tu reacción, deseando que sintieras lo mismo, totalmente excitada.
Cuando sentiste que yo ya estaba desinhibida, te dedicaste a devolvermelo, tus manos exploraron mi interior, sentí que te mojaba mientras me acariciabas el clítoris con tanta habilidad que pensé que explotaría. Esa forma de dejarte se me hizo tan sexy, tan completa, tan ideal, no tenía miedo y me diste todo el tiempo para calentarte y calentarme.
Me invitaste a subirme y cogimos con una pasión que no teníamos antes. y ya no hubo camino de regreso, me enseñaste a coger.
Tomado de Diario de una ninfómana