Salió corriendo… a penas la percibió de reojo… pudo más la prisa que el fallido recordatorio de tenerla presente...
No fue hasta que, la camioneta se detuvo frente a los achimeros de la dieciocho calle, que el olvido fue completamente lúcido…
Ella había hecho el suficiente énfasis para que a él no se le olvidara, -sin embargo el tiene ese su problema que lo ha marcado toda la vida-. No es capaz de recordar algo importante más allá de un pequeño lapso de tiempo. Siempre hace sus esfuerzos, pero siempre su mente le juega sucio…
Pensaba: ¡tranquilo!… la llamo a su cel, me excuso con alguna casaca y salgo corriendo de regreso a buscarla; poco le duró esa supuesta tranquilidad. Ella fue determinante al decirle: a las nueve y media, ¡no antes, no después!
Lo que le hacía perder ese intento de calma, era eso que ella le había confesado: ¡Siiií!, claro que quiero contigo, pero lo vamos a hacer a mi manera: te la llevas, la guardas, esperas que pasen tres días, y el jueves a las 9:30 vas a saber de qué manera lo vamos a hacer. En ese momento, su cabeza era una olla de presión a punto de estallar, ¿cómo se le pudo olvidar?, ¿cómoooo?. Él había esperado con mucha paciencia a que llegará el día, y justo ahora que lo había logrado, su memoria lo traicionaba.
¡No pudo más! se colgó del timbre de la camioneta, y casi se tiró sin esperar a que el vehículo se detuviera, ya no estaba actuando con calma, ya la ansiedad lo había dominado, tenía que volver a por ella lo más pronto posible.
En su cabeza aún estaba la escena: ella entregándole la mochila; -la que en su interior guardaba un diminuto conjunto de lencería: el brassiere rosado a juego con la tanga, un sobre blanco y un recipiente con perfume-, pero sobretodo de esa escena, lo que más recordaba era esa expresión de ella: mitad malicia, mitad obscena, casi morbosa susurrandole: el jueves a las nueve y media… a las nueve y media…