Mis manos pueden recorrerte a ciegas sin una sola gota de luz.
Porque tu piel y mis manos se conocen donde no existe cabida para titubeos y malos roces, ya que tú y yo lo hemos confirmado noche tras noche. Éstas te memorizan en cada desliz, movimientos suaves, espontáneos e inspirados en esa textura multifacética y sonora que tienes por piel.
Esa piel que me llama con solo pensarte, donde se desata mis más grandes deseos y porque no, perversiones, porque en ese campo se pueden jugar hasta a las adivinanzas. Porque cada encuentro es una nueva experiencia creada en mis noches de soledad y tu ausencia me hace desearte más.
Es donde en esos lapsos te imagino, con tanta frescura que me abre las neuronas para sacar mis lados oscuros de frases y deseos, porque quiero que hagamos cosas fuera de la razón y que los orgasmos sean sin fin, llenos de lujuria con toques oportunos de pasión. Porque con esa figura no tengo empacho de romperte las ropas y tomarte con tanta dedicación y ganas de que las horas se pasarán como un parpadeo, mientras nos hacemos una sola y densa sustancia de sudor y jadeos.
Y hoy justamente hoy, bajo ese pacto ya establecido, entraré a tu recinto, con ganas y miradas para tomarte, bajando la guardia y sacando la pasión a jugar, para así situarme de nuevo en ese territorio nada ajeno y tan bien conocido, deslizando mis manos y mi boca por esos senderos de piel con espacios justos de vellos, ángulos ideales para salivaciones, entradas estrechas para mis dedos, flácidades ideales para mordidas y algunas succiones.
Porque deseo tomarte una y otra vez mientras nos ahogamos y yo me pierdo entre tu entrepierna que me humedece y embriaga de ese aroma espeso que te sale de tanta excitación. Y así llegar hasta tu sexo y hacerlo mio, entre mordidas, donde busco sin dudar esa parte que te gusta que te muerda para luego introducirme fuerte y de un solo golpe. Ya que tus caderas se resisten dándome más espacio para que haga de las mías dentro de ti, tocando esa textura interior que te llena con mi lengua sudorosa y mis dientes con ganas de tomar tus labios velludos y derretirlos con mi saliva.
Para así perderme y con el choque recuperarme, trayéndome de vuelta con esos golpes que producen tus nalgas al momento de saltar entre palmadas un tanto fuertes que te producen mis manos entre tanto brinco de penetración a ese sexo tibio que tensa tus piernas, eriza tu vientre y crispan tanto tus pezones que tiemblan tan solo con un sencillo roce.
Simplemente mis manos saben lo que te gusta y tu cuerpo me complace respondiéndome con tanto sudor lleno de sensaciones y compases.
La cochinita oscura
lunes, 12 de enero de 2009
domingo, 11 de enero de 2009
Se me antoja
Teniendo tiempo para pensar, inicie un inventario mental acerca de esas cositas que me gustan y me hacen disfrutar el cuerpo de mi pareja.
A todos nos prenden diferentes cosas, pero este cochinito disfruta mucho de:
Los movimientos de ella mientras baila, cómo mueve la cadera, cómo abre poco a poco las piernas al compás de la música, las bajaditas sensuales, a veces lentas, lentas, lentas y otras veces bruscas. Cuando se muerde la boca y me busca con la mirada, para comprobar que me humedezco de ganas.
Descubrir que lleva bajo la falda o pantalón, un diminuto calzoncito... sobre todo su pregunta, -¿Te gusta?- cuando con ansiedad intento sobre la ropa recorrer todos los bordes de la prendita... y en mi cabeza me pregunto ¿de qué color?.
Dicen que el placer comienza en la cachita de la nalga... yo creo que tienen razón.
Cuando sin motivo, me pide que cierre los ojos, me toma la mano, para colocarla sobre su cintura e iniciar el recorrido hasta su pubis, bajo su ropa y comprobar que apenas se percibe una pequeña pelusita que cubre ese triángulito de perdición.
Mmmmm!!!! Pequeñas cosas, las que le dan sabor a la vida.
A todos nos prenden diferentes cosas, pero este cochinito disfruta mucho de:
Los movimientos de ella mientras baila, cómo mueve la cadera, cómo abre poco a poco las piernas al compás de la música, las bajaditas sensuales, a veces lentas, lentas, lentas y otras veces bruscas. Cuando se muerde la boca y me busca con la mirada, para comprobar que me humedezco de ganas.
Descubrir que lleva bajo la falda o pantalón, un diminuto calzoncito... sobre todo su pregunta, -¿Te gusta?- cuando con ansiedad intento sobre la ropa recorrer todos los bordes de la prendita... y en mi cabeza me pregunto ¿de qué color?.
Dicen que el placer comienza en la cachita de la nalga... yo creo que tienen razón.
Cuando sin motivo, me pide que cierre los ojos, me toma la mano, para colocarla sobre su cintura e iniciar el recorrido hasta su pubis, bajo su ropa y comprobar que apenas se percibe una pequeña pelusita que cubre ese triángulito de perdición.
Mmmmm!!!! Pequeñas cosas, las que le dan sabor a la vida.
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