El tubo de lubricante y los condones se encuentran esperando en el dormitorio, me deleito pensando en que escogiste un lubricante que calienta y me siento impaciente esperando ver cual será el resultado al aplicarlo en mi ano, vienes mañana y las ganas se acrecientan, soy una depravada.
Tus celos extraños de la semana pasada me hicieron sonreír. Luego de todo lo que hemos vivido, te ha dado celos que te encuentres con mis chats calientes y con los relatos que indican la posibilidad de un encuentro clandestino al que no fuiste invitado. Me dio ternura verte intentando justificar lo que sientes, aún cuando sabes que eso es parte del juego, parte de lo que hacemos para evitar al monstruo que todo lo devora: la rutina.
De cualquier manera significó un premio, porque, aunque no tienes nada de que preocuparte, yo, siempre voy a desear estar contigo antes que con cualquier otro hombre y las razones son cientos.
La última vez, que me cogiste, iniciaste con todo, lamiendo dulcemente mi vulva, sin abrirla, me mojé con tanta intensidad que las sábanas quedaron empapadas, seguiste lamiendo, bebiendo de mi cuerpo, sin penetrarme, jugábamos a las falsas ataduras, aquellas que son perfectas porque no existen más que en mi mente, delicioso...
Por fin, decidiste penetrarme, te conté que lo que deseaba es que me cogieras por el culo, cómo necesitaba tu penetración, precisamente para que supieras que, en esa entrada, vos sos el único que tiene la llave.
Mañana tarda en llegar, la lluvia me hace soñar y vos, con todo lo que sos, tendrás que penetrar mi cuerpo con el lubricante que calienta, me vas a incendiar toda, por detrás...
Tomado de diario de una ninfómana
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