jueves, 24 de marzo de 2011

Los beneficios de jugar con un amigo que siempre está dispuesto.

Desperté con mi deseo desenfrenado. Pensé en hacer un par de llamadas para pedir "amor a domicilio", pero maldije no tener amantes madrugadores, ni con horarios relajados. Repasé mentalmente, una y otra vez, mi lista de contactos, hasta que concluí que las 7:15 am no es un buen momento para esta clase de solicitudes. Me levanté, preparé café y me serví una taza, lista para arrancar el día. Pero no funcionó. Dos minutos después estaba de nuevo en la cama, tapada de pies a cabeza.

La sensación de confort reavivó mis ganas con más fuerza. Imaginé las caderas ondulantes de un hombre junto a las mías y sus manos acariciándome. Pensé en sus labios besando mi vientre, sus dedos desnudando mi sexo, su respiración sobre mi cuello. Me excité, y sin dudar un segundo, extendí mi mano, abrí el cajón de mi buró y saqué a mi adorable amigo fálico.

Acurrucada entre las sábanas toqué mis pezones, que se irguieron complacidos. Darse placer es algo tan poderoso como satisfactorio. Extasiada, encendí mi vibrador de color morado. Su discreto zumbido resonó al borde de mis senos y arqueé la espalda. El aroma de mi sexo colmó mi olfato. Un suspiro suplicante resonó en la habitación, pero decidí retrasar mi ansia de gozo.

Bajé lentamente el dildo hasta el nacimiento del monte de Venus, y ahí dibujé círculos durante algunos minutos. El sonido de mi respiración me mantenía en un trance perfecto. Hubiera deseado desprenderme de mi cuerpo para ver la escena desde fuera; se me antojaba fantástica.

Mi sexo se preparaba para ser penetrado hasta satisfacer su voraz sensualidad. Guié a a mi amante de gel hasta mi clítoris, disfrutando de él un buen rato, sin prisas, durante un momento que me pareció eterno, como si el mundo pudiera detenerse. Escuché mis gemidos; me pareció que mi placer saturaba todo el departamento.

Me gusta amarme con mis manos. Pensar en antiguos amantes, sí, pero también en amores inciertos, en hombres que no conozco, en mujeres hermosas. Me encanta fantasear que soy uno de ellos y hago el amor con una mujer como yo; o que soy esa mujer que los ha conquistado y los tiene ahora en su cama.

Me embelesa dejar en libertad mis pasiones eróticas, sin preocuparme por otra cosa que no sea conocer mis secretos más recónditos y complacerme hasta llegar al orgasmo. Sin tener después que soportar interrogatorios sobre la "calidad del acto", ni tampoco sorprenderme preguntando "¿volveré a verte mañana o alguna vez?"

Hay algunos días en los que disfruto del olor de mi piel y de mi sexo derramándose, sin querer compartirlo con nadie más. Soy una egoísta, ya sé, pero no por eso pretendo dejar de hacerlo.


Mi vulva se hinchó apasionada en cuanto aumenté un punto la velocidad del vibrador. Me urgía tenerlo dentro, clavármelo, sentir cómo me penetraba de la forma en que a mí me gusta, cuando a mí me gusta, hasta donde a mí me gusta... Y mejor: sin que nadie me viera. Mi sexo líquido se abrió expectante. Empecé a jadear de placer y entrecerré los ojos. El orgasmo llamaba a la puerta.

Me entregué relajada al deleite de aquel momento. Mordí mi labio inferior y noté que me había hecho una herida pequeña. Estaba a punto de estallar. Sólo un movimiento más y el clímax sería mío. Y al fin llegó.

Me recosté boca arriba, aún agitada. Miré el reloj: eran las 9:45 am. Exhausta, cerré los ojos y me dormí de inmediato. Más tarde iría a la redacción.

Blog de Patricia Monge: edecanurbana.blogspot.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno es tener un amigo que NUNCA falla y SIEMPRE esta disponible