Ok, tengo que admitir que los cerdos también nos enamoramos. Bien dicen que a todo coche se le llega su sábado, y eso me sucedió con una niña del Liceo Francés.
Les presento a la chica que me robó el corazón, y que llamaremos LR.
LR era pequeñita, tez blanca y ojos verdes, sus labios eran carnosos y su rubio cabello rayaba en su cintura, ahhh; esa cintura tan bonita, como de atleta, como de modelo. Así era LR. Siempre llegaba puntual a sus citas, era la presidenta de su grado y abanderada del Liceo. Amaba la ecología y realizaba religiosamente las tareas de su hogar. Solo tenía un defecto: no me pelaba.
En realidad, nunca me animé a decirle nada, era tan perfecta... que no me atrevía a decirle algo. La casaca me fallaba cuando estaba frente a LR. Ella logró que me sudaran las manos, que mi boca tartamudeara y ( lo que más me asustó) sentir mariposas en el estomago. LR me gustaba tanto, que ni siquiera podía masturbarme en su honor, mi enamorado corazón no me permitía ensuciar así su memoria.
Después de su graduación (que no me invitó) dejé de verla. Pasaron los años y no supe nada más de ella, y poco a poco se convirtió en un buen recuerdo. A veces, miraba su foto y suspiraba, otras veces me reprochaba por ser tan mula. Siempre he sido un cerdo! y con ella fui un Mula!
Cinco años después la encontré en un campamento de sobrevivencia. Y bueno, el resto de la historia seguirá en la segunda parte de este relato dedicado a LR.
Pigma Verraco
2 comentarios:
¿y entonces, que pasó?
y la segunda parte QUÉ!!!!
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