10 Obras literarias brillantes y erógenas, capaces de animar neuronas y entrepiernas por igual
La narrativa erótica es la oveja negra de la familia literaria, un género por siempre maldito: antes por prohibido y oculto, a menudo escrito en la oscuridad de celdas o cuartuchos, publicado furtivamente (muchas veces bajo seudónimo o sin firma) con miedo a los censores y al qué dirán y leído con una sola mano en váteres malolientes y catres chirriantes; y ahora por la saturación de pornografía en forma de cómic, foto o video y también por cobardía de los escritores, que temen ser encasillados por la crítica bienpensante en el siempre infravalorado apartado “erótico”.
Luis García Berlanga, padrino de la La Sonrisa Vertical, sentencia: "el escribir sobre lo biológicamente apetecible es algo inmanente a todos los tiempos, a todas la geografías, a todos los hombres".
Sólo una advertencia: si se llevan cualquiera de estos libros a la playa, tengan cuidado: al levantarse de la toalla, su bañador podría aparecer teñido con un lamparón que delate la naturaleza de sus lecturas.
Autobiografía de una pulga (Anónimo, 1881): En este delicioso y excitante novelón victoriano, se cuenta la historia de una pulga que vive en el muslo de Bella, una hermosa joven que, descubierta por un cura en sus juegos amorosos con su amiguito, se ve obligada a entregarse a las perversiones del sacerdote y, más tarde, ya convertida en un volcán de lascivia, también de su propio tío. La pulguita nos cuenta todo lo que ve: una sucesión de obscenidades en cadena, descritas con todo lujo de detalles.
Sexus (Henry Miller, 1949): En El cabo del miedo, un perverso Robert de Niro pervierte a una virginal Juliette Lewis de 16 primaveras invitándola a leer esta magistral novela de Miller, primera parte de su trilogía autobiográfica La crucifixión rosada que, además de poseer una prosa tan sucia como intachable, un humor ultralúcido y unos tremendos mazazos a la sociedad contemporánea, contiene algunas de las escenas eróticas más explícitas de la historia de la literatura, describiendo los siete fértiles años de salvajes relaciones sexuales del protagonista con una libidinosa bailarina.
Las once mil vergas (Guillaume Apollinaire, 1907): La opera prima del literato que inventó el término "surrealismo" es, tal vez, la más lograda. Un divertido hilo argumental cose una insólita, sarcástica y disparatada sucesión de escenas sexuales para todos los gustos (desde necrofilia a zoofilia, pasando por pedofilia, homosexualidad y otros pecados mortales) que Apollinaire publicó de forma clandestina firmando con sus iniciales y pocos comprendieron como lo que era: una excepcional parodia de las novelas eróticas de su tiempo.
El arte del azote (Jean Pierre-Enard, 1988): aunque sea un total desconocido fuera de Francia, no cabe duda de que Enard fue uno de los escritores eróticos más sutiles y eficaces de nuestro tiempo, autor de títulos tan trempantes como Relatos para enrojecer a las caperucitas. Su obra más lograda es, sin duda, esta novela erótica de sensual elegancia que también vale como apología y guía iniciática de la azotaina sexual.
Las 120 jornadas de Sodoma (Marqués de Sade, 1785): Parida por el divino marqués en su celda de la Bastilla, está considerada, a pesar de su antigüedad, la novela erótica más extrema y brutal jamás escrita. Y no sin razón: muchos fragmentos, en los que caben todo tipo de parafilias, pueden enardecer a algunos y hacer vomitar a otros. En clave gótica, Sade describe las inhumanas aberraciones sexuales a las que se entregan cuatro acaudalados libertinos en un castillo medieval. Por suerte o por desgracia, el autor sólo pudo terminar la primera parte de la novela y lo demás está sólo esbozado. Aún así, estamos ante una joya de la narrativa XXX que sigue provocando escalofríos de placer y muecas de repulsa.
Nueve semanas y media (Elizabeth McNeill, 1978): Una de las más interesante obras literarias eróticas jamás salidas de entrepierna femenina. La novela nos ofrece un fascinante relato de dominación sexual entre un hombre y una mujer a lo largo de nueve semanas y media.
La historia del ojo (Georges Bataille, 1928): Escritor, antropólogo y pensador de reconocido prestigio, Bataille iba para cura cuando, tras una crisis de fé, cambió el seminario por los puticlubs (a los que llamó "mis verdaderas iglesias"), y, bajo el seudónimo de Lord Auch (que viene a significar "Señor Mierda") se las compuso para escribir esta obra literaria que, bajo una apariencia pornográfica, esconde una insondable profundidad filosófica y simbólica.
Lolita (Vladimir Nabokov, 1955): Sin ser una novela 100% “erótica”, situada con el paso del tiempo más allá de todos los géneros, la obra maestra de Nobokov sigue siendo hoy, más de medio siglo después de su "estreno", un libro absolutamente absorbente y perturbador.
Delta de Venus (Anaïs Nin; publicada póstumamente en 1978): Autora de uno de los diarios eróticos más morbosos y voluminosos de la Historia, esta chica tuvo el dudoso honor de convertirse en la primera (en todos los sentidos) escritora erótica de Occidente y consiguió que un buen montón de mujeres, a menudo reacias a comprar libros guarros, decidieran cambiar sus novelitas rosas por algo mucho más picante y, encima, con coartada intelectualoide.
Crash (J.G. Ballard, 1973): Dotada de un erotismo enfermo, retorcido, más propio de una revista médica que de un libro pornográfico, esta auténtica obra maestra de uno de los más geniales e incomprendidos escritores contemporáneos, se puede leer con una mezcla de incomodidad y morbo: no en vano, cuenta la leyenda que fue rechazado por un editor con una nota que decía: "Impublicable. El autor necesita tratamiento psiquiátrico".
Tomado de www.adn.es/sexo Seguir leyendo...
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